Sunday, November 25, 2012

Antonio López de Santa Anna ese espléndido bribón y la Guerra de Estados Unidos contra México, esa infame bribonada - Armando Fuentes Aguirre, Catón

En mi post sobre El último príncipe del Imperio Mexicano analicé la proliferación de novelas históricas en México. En realidad, en los últimos años, México ha sido testigo de una gran oferta de libros de Historia dedicados al gran público: desde biografías hasta análisis de episodios históricos en específico como el Telegrama Zimmerman, pasando por volúmenes que pretenden revelar la "verdadera" Historia de México, la oferta de libros de divulgación es muy amplia.

Las cosas no siempre fueron así. Hasta hace poco, las publicaciones sobre Historia en México eran de dos tipos: loas pagadas por el gobierno a los héroes y miembros panteón nacional, o monografías microhistóricas sobre temas tan apasionantes como la vida en los claustros de monjas en la ciudad de Puebla en el siglo XVII; estas últimas publicaciones, obviamente pagadas con dinero oficial (¿qué empresario en su sano juicio va a publicar un libro sobre monjas en el siglo XVII¿) servían para sobornar y cooptar a un sector de la academia (humanidades, historia, sociología) que podía ser crítico con el gobierno.

Dos factores hicieron que los historiadores comenzaran a salir, poco a poco y a reculones, de sus laberintos y su torre de marfil y se dedicaran a la divulgación: en primer lugar está la llegada del PAN al poder y la democratización del poder, que significó que los historiadores no oficiales (los que no estaban en la nómina del gobierno) tenían carta blanca para ajustar cuentas con el panteón oficial -y de paso engrosar las nómina de los organismos culturales del gobierno. Todos oíamos de niños que el PRI ocultaba la "verdadera" Historia de México; con el PAN muchos estuvieron dispuestos a contarla y otros tantos a comprarla. En segundo lugar, cuando llegaron a México, las editoriales españolas como Alfaguara y Planeta, creyeron, pendejamente y sin razón desde mi perspectiva, que México era un país de lectores. Se dejaron deslumbrar por la FIL de Guadalajara. Cuando llegaron a México, las editoriales españolas empezaron a publicar un montón de libros de Historia "verdadera" y no oficial. Durante unos años operaron con pérdidas, hasta que eventualmente el nicho de mercado se desarrolló y se consolidó.

Como todo mercado, la oferta es multivariada: hay libros muy buenos y otros que se colaron quién sabe por qué. El libro de Catón sobre Antonio López de Santa Anna pertenece al segundo grupo, aunque en este caso sí sabemos por qué Diana decidió publicarlo: la razón es que Catón es uno de los columnistas más leídos del país y, por lo tanto, es un éxito de ventas seguro. Si no lo agarraba Diana, otra editorial lo habría hecho.

No tengo nada en contra de las novelas históricas. Y me parece que la biografía es una rama de la Historia que ha sido injustamente menospreciada por la intelligentsia mexicana en general. Lo que me molesta del libro de Catón es que, haciéndose pasar por biografía, en realidad sea un panfleto con un solo mensaje: que la culpa de todas las desgracias nacionales es de los liberales radicales, y en específico de Valentín Gómez Farías, acaso el personaje más anticlerical del siglo XIX mexicano. Metodológicamente, el libro de Catón es un insulto. En algún momento dice que la situación de la deuda externa en México está peor hoy que en el siglo XIX, sin importar que en el siglo XIX México fue invadido militarmente precisamente por problemas de deuda, escenario que está lejos de materializarse hoy. Para decir que Gómez Farías era un traidor a la Patria que tenía contacto con las logias masónicas de Estados Unidos (sic), Catón recurre al libro Historia de la Iglesia de México del "padre Cuevas" (resic). En 650 páginas, no hay ni pies de página ni referencias a fuentes primarias o secundarias que hagan sentir al lector que no estamos ante el dicterio amargo de un viejito reaccionario educado en una escuela de curas. 

Pero el problema es que el libro es, nada más y nada menos, que el dicterio amargo de un viejito reaccionario educado en una escuela de curas. A título de ejemplo comento al lector que estoy leyendo en paralelo la biografía de Dean Acheson, Secretario de Estado de Estados Unidos en los 1940s y 1950s. De las 832 páginas que lo componen, alrededor del 40% son referencias a archivos, documentos de época, otros libros, o a conversaciones públicas o privadas. Para no ir más lejos: la monumental biografía de Santa Anna que está haciendo Enrique González Pedrero (reseñada aquí) se toma la molestia de hacer un trabajo de investigación serio sin perder atributos comerciales como la "frescura" o la "familiaridad con el lector." 

El libro de Catón no representa más que la salida de clóset de la derecha clerical de provincia de los años 1930s, que pretende que la Iglesia juegue un papel activo en la política y la educación del pueblo. Esa corriente política está condenada a desaparecer: México es cada vez un país más urbano y con la urbanizacíón viene la secularización de la sociedad en automático, al menos en los países occidentales. No obstante, cuando veo a la nueva derecha, su poco sentido común y su incultura, casi me dan deseos de que Catón y los abuelos se queden con nosotros para siempre...



Pete Kelly's Blues - Jack Webb

Pete Kelly's Blues is a terrible movie: the plot is totally discontinuous and has no clear storyline. There are only two things that are worth of the movie: Ella Fitzgerald's cameo, and Peggy Lee's acting and singing, which earned her a Best Supporting Actress Academy Award nomination.

Friday, November 23, 2012

Mon laliberté - Marimé

Seychelles...

"Une voix qui suscite lémotion et décape au file des segas et mouggae quelle déroule. Un style musical issue du métissage entre musique africaine et européenne..."




Sunday, November 18, 2012

The Wizard of Oz - Victor Fleming

The Wizard of Oz is one of the most influential movies in History. The amount of money MGM invested in it was huge for the standards of the time, and its special effects are, even today, textbook examples in some film schools.

This is one of the last movies where the acting techniques and dialogues are more theater-like than "pure" movie-like. Given its gigantic proportions, the main contribution of The Wizard of Oz is, in fact, the idea that cameras, color, make-up and scenery are  more flexible in movies than in theater.

Between 1959 and 1991, The Wizard of Oz was telecast once a year as a special program. This market-based indoctrination probably explains the cult status the movie has among Pink Floyd fans, who are convinced that there is a mystical connection between The Wizard of Oz and The Dark Side of the Moon; the LGTB community, who have a weird crush with Dorothy (Judy Garland), and Steven Tyler, who sampled the movie for a song about drugs and rehab.

Musicals are scarce these days: they are not very expensive to produce, but audiences have lost the sensibility to appreciate the things that make a good musical: make-up, dances, haircuts. Audiences are not entirely to blame: musicals are cumbersome and slow for today's standards.

In any case, from a studio perspective, it is a safer bet to do a multi-million dollar movie about Batman with fights and special effects, which will be surely loved by at least 50% of the potential audiences (i.e., men), than a musical, which is, after all, a niche production.

The Wizard of Oz is either a good first step to recover the sensibility to like musicals, or the decisive movie to assess if one is fit to watch them.

Saturday, November 17, 2012

El último príncipe del Imperio Mexicano - C.M. Mayo

A excepción de los escritores, que gustan de decir que las etiquetas generacionales son etiquetas que pone la prensa y la crítica pero que en nada reflejan la realidad, todos sabemos que la literatura funciona por oleadas y generaciones. Ahí están, como ejemplo, los del boom, los del crack, los poetas malditos, y demás. 

Con El seductor de la Patria de Enrique Serna, inició, o ganó visibilidad, una generación de escritores mexicanos que en algún momento de su carrera deciden, o han decidido, hacer novela histórica. Ahí está también, por ejemplo, La Invasión, de Nachito Solares, libro que, en su momento recibió muy buenos comentarios pero por ahora está prácticamente olvidado. Me parece que Jorge Volpi es el único escritor que ha escapado, al menos por ahora, a la tentación de hacer literatura con el pasado de México como contexto, cosa que es explicable por su creencia de ser el heredero del manto sagrado de Carlos Fuentes: Volpi no se rebajará a hacer novela histórica como los demás; lo suyo es tuitear sobre todos los temas, aceptar puestos políticos (y después decirle inepto al gobierno que le da los puestos), y codearse con la intelectualidad latinoamericana en las columnas de El País. Mejor que siga así: mientras a Volpi no le dé por escribir poesía, que siga haciendo lo que quiera.

Algún día, alguien contará por qué han proliferado las novelas históricas en México en estos años, pero me imagino que el fenómeno se explica, al menos en parte, por otra proliferación: la de los premios literarios. Tras el éxito mundial de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, toda ciudad, municipalidad, o ranchería, quiere tener su propia festival literario, lo cual incluye, obviamente, dar dinero público a algún escritor que después puede ser un editorialista útil en momentos de aprietos políticos. Al ya mencionado Enrique Serna, por ejemplo, se le dio el Premio Mazatlán de Literatura por El seductor de la Patria, financiado por el Gobierno del Estado de Sinaloa. Gracias. Este fenómeno lo estamos viendo también con el cine: tras el éxito del Festival Internacional de Cine de Morelia, ahora todo mundo quiere tener su propia pasarela de películas. El pueblo paga, como siempre.

Ante el incentivo del premio económico, algunos escritores buscan jugarla a la segura: no tiene sentido ambientar una historia en el cantón suizo de Tesino si uno va a mandar su novela a los Festivales Literarios de Tepoztlán, Tepatitlán, y al de Ixtlahuacán de los Membrillos. Lo que los jurados de estos tres festivales premiarán, y quizá tengan razón, es algo con lo que sean familiares: la historia del pueblo (o uno que sea similar al suyo), alguna lección de historia de la que se acuerden, la vida de un prócer que puedan identificar con el cacique y el gobernador de turno. Esta no es una crítica a la calidad de las novelas históricas. Como todo, hay buenas y malas. A mí me gustó El seductor de la Patria, para no ir más lejos. Pero igual: esas son las miserias de la literatura mexicana...

En 2010, El último príncipe del Imperio Mexicano se sumó al contingente de novelas históricas publicadas en México. Este libro tiene dos particularidades que lo diferencian de la mayoría de las novelas históricas publicadas recientemente en México: en primer lugar, la nacionalidad de su autora: C.M. Mayo, es estadounidense; en segundo lugar está el hecho de que no le interesa formar parte de la intelligentsia mexicana, por lo que es ajena a toda la dinámica de escribir para presentar libros en festivales culturales.  Mayo escribe cuando quiere, sobre lo que quiere, y porque quiere (su libro anterior es un libro de viajes en Baja California).

Economista por entrenamiento y literata y traductora por vocación, Mayo ofrece una extensa investigación histórica en forma de novela en El último príncipe del Imperio Mexicano. Aunque el libro pretende ser una novela en torno a la vida del niño Agustín de Iturbide y Green, nieto del militar homónimo que llevó a México a la Independencia y más tarde se coronaría "emperador de México", en la corte de Maximiliano y Carlota, en realidad funciona más como una colección de narraciones de la época del Segundo Imperio. Como buena obra literaria estadounidense, es un libro ligero que uno puede dejar y volver a tomar (o dejar por completo) sin compromiso. El libro se me hace entretenido, aunque la traducción, "cortesía" de Agustín Cadena, es para condenarlo de traición a la Patria. Habrá que leer la versión en inglés...

C.M. Mayo tiene un blog en el que postea sobre su investigación, todavía en curso, sobre el Segundo Imperio y la vida de los Iturbide. 

Y esta es su página principal.

Foto: (¿Réplica de la?) carroza de Maximiliano, exhibida en el Castillo de Chapultepec